Una mañana
de verano de 1993, los jóvenes reporteros de La Troje ponemos rumbo al Tejar de la Mata, el refugio de Manu
Leguineche en La Alcarria. Unos meses antes, el periodista vasco había acudido,
como espectador, a un encuentro de poesía celebrado en Hita. Al término del
recital, Gerardo, miembro del equipo de redacción de La Troje, le propuso una entrevista.
Esa mañana, Manu
nos espera en su casa de piedra levantada junto a la carretera que sube
zigzagueando desde Cañizar hasta Torija. Su refugio está escondido entre robles
y encinas, como un nido de águila desde el que se atalaya la campiña. Cuando
llegamos, nos recibe con amabilidad y una tímida sonrisa. Sus primeras palabras
son para mostrarnos la felicidad que siente por haber encontrado este lugar. La
casa no dispone de agua corriente ni de luz eléctrica, pero, para él, estos
inconvenientes no tienen demasiada importancia.
En ese
momento, Leguineche es ya un reportero veterano, testigo de los principales
conflictos bélicos, desde la guerra de Vietnam hasta las guerras de los
Balcanes. Su vocación le ha conducido a los cinco continentes. Ha dado varias
vueltas a la Tierra; ha atravesado desiertos, montañas, océanos…
Después de
hacernos un par de fotos, pasamos al salón. Es un espacio amplio con chimenea;
en el centro aparece una gran mesa donde se apilan cientos de libros. Tomamos
asiento y Gerardo pregunta: - “¿Qué hace un chico como tú en un lugar como
este?”
- “Pues es
donde quiero estar – responde Manu –. Hubo tiempos en los que pensé quedarme en
América o en Asia. Siempre pensaba que tenía que buscarme un sitio en la selva,
en el campo, en el monte y finalmente pude. Vi un anuncio en el periódico y era
esta casa. No imaginé que iba a ser un sitio tan ideal. Estoy rodeado de
árboles y aquí es donde, cuando llega el verano, me encierro a escribir.”
Nos habla,
también, de la buena relación que mantiene con sus vecinos de Cañizar y con la alcaldesa.
Nos cuenta la emoción que experimentó al escuchar, por primera vez, el canto
del cuco en este paraje. Le preguntamos qué le sugiere la visión de nuestro
Cerro desde su mirador y nos contesta: - “Sugiere eso que se ha dicho por ahí,
que es algo como bíblico. Recuerda un grabado antiguo”.
El paisaje
que vemos desde El Tejar de la Mata es profundo y sugerente; lleno de matices,
colores y formas. En primer plano, el valle del río Badiel donde se levanta el
cerro de Hita. Más allá, la campiña del Henares vigilada por los cerros de La Muela
y El Colmillo. Al fondo, la sierra y el pico Ocejón acariciando el cielo con su
cresta de pizarra. En el estío, los tres montes que dominan la campiña dorada
recuerdan a las viejas pirámides del desierto. Las laderas pardas del páramo,
cubiertas de olivares, se confunden con las lejanas y humildes tierras de
Palestina. Un paisaje para soñar despierto, bañado por la cálida luz del
atardecer.
Al finalizar
la entrevista, Manu nos invita a visitar la plaza de Cañizar. Allí, se está
celebrando un campeonato de mus que lleva su nombre. Encontramos una veintena
de participantes, entre lugareños y periodistas amigos suyos. Juegan
animadamente, a pesar del calor sofocante, sentados en un corro de mesas a la
sombra de unos olmos. Echamos un vistazo y nos despedimos.
Años
después, Leguineche, lector incansable, descubrió en La Troje un artículo que Gerardo había dedicado a la vida
campesina; un valioso diccionario de palabras olvidadas, de utensilios, de
construcciones, de faenas agrícolas, de fiestas y tradiciones. El periodista
vasco pidió permiso para incluir un extracto en un libro suyo; un diario que empezó
a escribir a su llegada al Tejar de la Mata y que se convirtió en La felicidad de la tierra (1999). En esta
obra, recoge sus impresiones sobre el paisaje y el paisanaje de La Alcarria.
Desgrana sus conversaciones con los hombres del campo. La taberna es el
escenario donde se toman unos chatos de vino, donde se habla de lo humano y lo divino, donde se juega al mus… Se
cuelan, también, los alegres recuerdos de sus escapadas gastronómicas y
festivas, con los amigos, por los pueblos de la comarca. Manu nos muestra un
mundo donde, todavía, se puede disfrutar de la hospitalidad de sus gentes, de
la naturaleza y del silencio.